Por el interior del río Ebro
En contraste con el Delta del Ebro, las tierras internas de Tarragona destacan por su sequedad y su potente calor estival. Por ello, son menos atractivas para el turismo, que relaciona esta provincia con la playa. Sin embargo, esta región rodeada de sierras y montañas posee un amplio contenido turístico, no sólo por su patrimonio natural, en el que destacan la Sierra de Cardó y las Cuevas de Benifallet, sino también por su legado cultural e histórico, como la batalla del Ebro, que determinó el fin de la Guerra Civil española.
Os proponemos un recorrido por un paisaje sorprendente y poco conocido de la geografía catalana que se ha convertido en Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
Tortosa
Declarada como Conjunto Histórico-Artístico, la capital del Baix Ebre cuenta con una extensa historia de conquistas. Considerada un punto estratégico, fue tomada por los musulmanes, aragoneses, castellanos y franceses. No en vano, esta ciudad del sur de Cataluña llegó a controlar el comercio del maíz y de la sal del Mediterráneo occidental. Esta mezcolanza de culturas ofrece a la ciudad un aire característico donde se unen las corrientes moriscas, renacentistas, barrocas y judaicas.
La importancia de su pasado tiene como símbolo la catedral. Construida encima de una mezquita, y de lo que antaño había sido un foro romano, se convirtió en catedral y monasterio en el siglo XII. Fruto de numerosas obras y ampliaciones, su arquitectura románica se transformaría más tarde en gótica, hasta que en el siglo XVIII obtuvo la fachada barroca de la que podemos disfrutar a día de hoy.
En ella destaca la Capilla de la Virgen de la Cinta o Capilla Real, llamada así por sus grandes dimensiones. Decorada con gran lujo, como lo demuestran sus numerosos frescos y materiales, en ella se encuentra la tumba de Lluís de Tena, obispo de Tortosa y presidente de la Generalitat de Cataluña (1617-1620).
En el plano renacentista, Tortosa posee uno de los ejemplos de arquitectura civil más importantes de Cataluña: los Colegios Reales, destinados a la educación de los moriscos. Su patio es considerado único, ya que representa a todos los reyes de Aragón desde el siglo XI hasta el XVII.
Subiendo a una zona elevada, a orillas del río Ebro encontramos el Palacio de la Suda, de origen musulmán. Esta antigua fortaleza adquirió una gran relevancia al ser el centro del reino de Taifa. Tras sufrir cuantiosas ocupaciones, sería finalmente utilizado como residencia de los nobles catalanes y reyes castellanos.
Destacan sus torres de tres formas: circulares, pentagonales y cuadradas, desde las cuales se obtiene una vista impresionante de esta zona tarraconense. Actualmente el palacio es un Parador Nacional.
Tivenys
Siguiendo la carretera secundaria T-301 llegamos a un pequeño pueblo llamado Tivenys, cuya historia es desconocida. Se sabe que fue cedido a los judíos de Tortosa por Ramón Berenguer IV en el siglo XII para, más tarde, ser vendida al abad de Santes Creus.
A pesar de su disminuido tamaño, Tivenys se distingue por su templo parroquial, datado del siglo XVIII, y con influencia gótica, bizantina y neoclásica; su capilla dedicada a la Virgen del Carmen, a media hora de camino del pueblo; y el Parque Municipal, uno de los lugares más llamativos de la zona debido a la magnífica vegetación que crece a orillas del Ebro.
A dos kilómetros en dirección a Xerta, se encuentra el azud de Xerta, una obra de ingeniería hidráulica del s.XII declarada Bien Cultural de Interés Nacional por la Generalitat de Cataluña. Esta presa, construida en diagonal sobre el ancho del río Ebro, posee una longitud de 375 metros y se creó para poder llevar las aguas a los cultivos de la zona. Los restos ibéricos de la gran torre defensiva le confieren una gran singularidad, ya que es única en toda la región.
Cuevas de Benifallet
Antes de llegar a la siguiente población, Benifallet, nos topamos con las cuevas de dicho nombre, a tres kilómetros de Tivenys.
Descubiertas en el año 1968 por un grupo de espeleología barcelonés, consisten en seis cuevas, algunas de las cuales mantienen restos arqueológicos del Neolítico. En la actualidad sólo dos están abiertas al público y no en su totalidad, la Cueva del Dos y la Cueva Meravelles. A través de las visitas guiadas, se pueden observar formaciones asombrosas que sólo la naturaleza, con siglos y siglos de paciencia, puede crear gota a gota. Abundantes y magníficas estalactitas, estalagmitas, gigantescas columnas, coladas, macarrones, gours y un gran número de excéntricas y banderolas crecen en el interior de la Tierra.
Benifallet
Pero Benifallet no es sólo conocido por sus cuevas. Este pueblo en sí mismo tiene muchos motivos turísticos para ser visitado, como los yacimientos arqueológicos de Aldovesta, pertenecientes a la Edad de Hierro; el Castellot de la Roca Roja, asentamiento que data del siglo VI al III a.C.;o la masía del Cachorro, que obligan a la memoria a remontarse a épocas de fenicios, íberos y romanos.
De origen árabe, en el casco histórico de Benifallet convergen construcciones de diversas épocas, desde la morisca hasta otras más recientes, como la neoclásica. Un ejemplo de esta última es su iglesia parroquial, levantada un año antes de que comenzase la Guerra Civil española.
Remontándonos siglos atrás, encontramos la ermita románica del s.XIII, donde pueden observarse los frescos que aún se mantienen en perfecto estado y la imagen de la Virgen de Dalt, patrona del lugar. En su interior se encuentran dos sepulturas de los años 1298 y 1300.
En lo alto del macizo de Cardó se encuentra el antiguo convento de San Hilario de Cardó, fundado en pleno siglo XVII por la orden de las Carmelitas Descalzas. Desgraciadamente, sólo quedan en pie algunas de las trece ermitas que conformaban el convento. La iglesia, de construcción posterior, en la actualidad funciona como museo. Cerca del convento se creó, en 1866, un balneario que dio uso a las aguas medicinales del río Cardó y que, durante la contienda, funcionó como hospital del bando republicano. De esta época aún se mantiene la fiesta popular de los quintos, que permitía recoger fondos a los jóvenes que iban a hacer el servicio militar.
Pas de Barca en llagut
Tomando la carretera C-12, dirección Móra d'Ebre, encontramos el último transbordador fluvial que cruza el río Ebro impulsado sólo por la corriente del agua, el llagut o llaüt, que lleva de Benifallet a Miravet. Esta embarcación tradicional de la zona consta de una plataforma de madera sujeta a un cable metálico atado a ambas orillas del río. Servía para transportar personas, animales y vehículos de una orilla a otra.
Utilizada hasta la década de los sesenta, las nuevas infraestructuras han contribuido a su desaparición. En la actualidad sólo quedan dos tipos de llaguts, el de Flix (al norte de la provincia), que funciona con energía eléctrica, y el de Miravet, que navega sin motor alguno. Ambos para el disfrute de los turistas. Ciertamente es toda una experiencia cruzar el Ebro a bordo del llagut y disfrutar de la maestría del remero al sortear las corrientes ayudado sólo por su pértiga.
Miravet
En el desvío de la carretera secundaria TV-3023 llegamos a Miravet. La historia de esta ciudad árabe, denominada entonces Muràbit, está llena de acontecimientos que han quedado patentes en sus calles, construcciones y oficios. De hecho, esta población es más conocida por su alfarería, que aún se mantiene viva debido a los numerosos talleres que alberga, que por el castillo templario, uno de los reclamos turísticos más aclamados. En esta ruta no haremos referencia al mismo debido a que está recogido en la Ruta de los castillos en Cataluña.
El casco viejo, llamado Cap de la Vila, se erigió como un punto vital de la alquería musulmana durante nueve siglos, hasta la llegada de los cristianos en el s. XVII. Todo ese tiempo de dominación islámica ha quedado patente en sus estrechas calles, los llaguts, el molino de aceite, trigo y barniz alfarero, la arcada mudéjar y en la aljama morisca, que formaba parte de la mezquita. La entrada al caso viejo se realiza por el llamado Portal del Motxo, un pasadizo cubierto por un cautivador arco de medio punto.
Merece la pena acercarse al mirador de la Sanaqueta, pues ofrece una vista impresionante sobre el río Ebro, el meandro del Tamarigar, la Masía de Reparo y las casas moriscas colgadas sobre el canal. También nos permite ver de lejos la Iglesia renacentista de la Orden del Hospital, construida, como es costumbre, encima de la mezquita y en la que aún pueden observarse las consecuencias del bombardeo que sufrió tras la famosa Batalla del Ebro. A la pérdida de retablos e imágenes, hay que sumar la colisión de una bomba sobre su cúpula.
Dentro de la iglesia se puede observar el altar románico, obra de los caballeros del Temple, la colección de alfarería de Miravet, iconografías medievales y una exposición de fotografías del paso de las tropas republicanas en el año 1938.
A aquellos amantes del piragüismo les recomendamos encarecidamente estos parajes, donde hay una variada oferta de este deporte. Las apacibles aguas del río Ebro ofrecen un escenario idóneo para practicarlo.
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