Ruta del castillo del Montgrí
Calzado de montaña, agua, algún gorro para cubrir os la cabeza si el día se prevé soleado, y poco más necesita para subir hasta el castillo del Montgrí, visible desde muchos puntos del Empordà y asentado sobre una pelada y redondeada montaña que no se encuentra a muchos kilómetros del mar que baña la Costa Brava. Aprovechando que la tenemos cerca y que llegar a ella no supone demasiado tiempo más, nos acercaremos también hasta la ermita de Santa Caterina, otro edificio emblemático dentro del término de Torroella de Montgrí - L'Estartit .
Torroella de Montgrí
En este municipio del Baix Empordà nos debemos dirigir para iniciar la caminata. Ir a pie es la única manera de subir al castillo (vaya, a no ser que desee cargar una bicicleta largos ratos en brazos, ya que el camino está lleno de piedras y, sobre todo para la bajada que proponemos, se necesitan manos y pies atentos para mantener el equilibrio. En fin, que mejor deje cualquier utensilio pesado en casa y serviros sólo de la habilidad de su cuerpo). A pesar del paréntesis que hemos hecho, no hay que asustarse, pues no se trata de una excursión difícil, es apta para todo aquel que se valga por sí solo y además no tiene pérdida. La duración? Dependerá del tiempo que se entretangan por las torres del castillo y mirando el paisaje, o en las dependencias de Santa Catalina, pero calcule poco más de dos horas.
En Torroella de Montgrí puede acceder de diferentes maneras. Si va en coche por la autopista AP-7 debe tomar la salida 5 o 6 En el segundo caso puede tomar la carretera C-66 en dirección a Flaçà y después la GI-643 que, pasando por el lado de Parlavà , le dejará en la villa. Si ha salido por la 5, a nuestro entender la mejor opción es que vaya un tramo de la N-II hacia el sur hasta poco antes de entrar en Medinyà, donde un cartel le indicará que a mano izquierda puede tomar una carretera (la GI-633) que os llevará hacia Verges y Torroella . Este mismo camino, pues, es lo que puede tomar si en vez de autopista se ha acercado a tierras ampurdanesas a través de la N-II, tanto desde el norte como desde el sur. La estación de tren más cercana es la de Flaçà , a 16 kilómetros, mientras que en autobús hay bastantes servicios desde Barcelona y desde Girona , y también conexión diaria con la capital comarca, La Bisbal d'Empordà , y con varios municipios de la Costa Brava, a través de las empresas SARFA y AMPSA.
Una vez en Torroella , será difícil que no encuentra el camino para comenzar el itinerario, ya que tanto el macizo del Montgrí como el castillo son bien visibles y la montaña (tiene una altitud de 303 metros) está muy cerca de la villa, es su telón de fondo natural. En todo caso, si os costara de encontrar pida por la calle de Fátima y siga hasta lo alto, cuando se convierte en el Camino de las Dunas y allí, en una pequeña explanada, podrá dejar el coche, si es que lleváis, y verá un horno de cal y los indicadores que nos adentran, ahora sí, hacia el Montgrí.
Camino de peregrinaje
Tenemos que ir siguiendo los hitos en paralelo de color rojo y blanco. No obstante, y sobre todo en este primer tramo, el trayecto es muy sencillo, el camino ancho, y es imposible perderse. La pendiente es casi imperceptible, si bien, cuando nos giramos, ya podemos empezar a ver los tejados de Torroella , la llanura ampurdanesa con el Ter atravesándola cuando el río enfila su último tramo, y el campanario inacabado de la iglesia parroquial de Sant Genís. La majestuosidad de la parroquia nos da buena muestra de la importancia que tenía la villa siglos atrás; la iglesia es sobria pero de aspecto contundente, quedando toda ella como elevada por encima de las viviendas. Se empezó a construir en el año 1.306, pero encima de otra ya existente, y se consagró tres siglos más tarde, el 1609. Además de la torre inacabada del campanario octogonal, tiene otra torre, menos visible, hexagonal y coronada en pirámide. Hasta hace cuatro días la iglesia acogía el prestigioso Festival Internacional de Música de Torroella de Montgrí, pero el flamante Espacio Ter, que hace de auditorio, de teatro, y de espacio ferial y de congresos, le ha tomado el protagonismo de la anual cita veraniega.
Con esta mirada a la iglesia desde la lejanía no hemos dejado de hablar del macizo en el que nos encontramos, ya que la piedra para levantar el templo fue extraída del Montgrí. Pero ahora sí, es la hora de continuar nuestros pasos, y pronto nos daremos cuenta de que nos encontramos en un camino de peregrinaje. Una capillita nos espera en el horizonte, es de piedra y con techo de bóveda. Esta capilla, como las dos sus "gemelas" que encontraremos a los pocos metros, se construyó seguro con motivo de la devoción a Santa Caterina. También fueron utilizadas, por supuesto, más de una vez y más de dos, como refugio a los pastores que pastaban los rebaños por estos lares, y como perfectamente nos podríamos esconder hoy si ocurriera una tormenta, ya que su interior y el techo se conservan perfectamente. Es a partir de esta primera capilla que el camino empieza a hacer más subida y es empedrado; un empedrado, pero, que si no vamos bien calzados, nos lo hará pasar mal, ya que hay rocas puntiagudos y otras mal puestos que nos quieren dar la lata. Enseguida estamos en la segunda de las capillas, y ya vemos la tercera allí mismo. Los paisajes comienzan a ser sensacionales.
La ermita de 'Soledad'
Ahora ya caminamos sobre la piedra natural de la montaña, y vamos por lo alto de un collado, que se puede considerar un punto y seguido del viaje. En este collado hay una cruz con unos escalones ideales para sentarse unos minutos, beber agua, y hacer las fotografías de rigor, ya que además el castillo lo empezamos a tener bien cerca. Vemos que tiene la forma del típico castillo que dibujamos y coloreamos de pequeños, bien cuadradito y con torres redondeadas. Pero el ataque final a la cima lo dejamos aparcado por un rato, porque al otro lado de donde veníamos podemos divisar la ermita de Santa Caterina. Siempre se ha dicho que esta ermita y este lugar inspiraron Caterina Albert (Víctor Catalán) a la hora de ambientar su novela más conocida, Soledad. Así que no nos lo pensamos dos veces y vamos a ir a visitarla. Avisaros, sin embargo, que sólo está abierta, de 11 de la mañana a 5 de la tarde, los domingos y la mayoría de festivos, y que si desea entrar fuera de este horario debe pedirlo previamente a través de los teléfonos 972760608 o 618215 078. Un muy buen día para ir es, como no podría ser de otra manera, por Santa Catalina, el 25 de noviembre; caiga en el día de la semana que caiga, se celebra la fiesta de Santa Catalina. Y el domingo anterior (o el mismo día 25 si es domingo) se hace el Aplec, con cientos de personas que llegan a la explanada para desayunar allí y comer, y participar de la Misa Solemne y escuchar y bailar las sardanas que interpreta una copla.
El camino desde el collado hasta la ermita tampoco tiene ningún tipo de dificultad, y con un cuarto de hora estaremos. La construcción es alzó a finales del siglo XIV gracias a tres monjes procedentes del Monasterio de Montserrat, y en siglos posteriores se fueron haciendo ampliaciones y remodelaciones. El conjunto se encuentra en muy buen estado, aunque desgraciadamente ya no podemos admirar algunos de los tesoros que albergaba, como la talla gótica de piedra de la santa, o el retablo gótico de la escuela de Jaume Serra representando la Virgen de la Leche. Sí que podremos pasearnos por sus dependencias, como la cocina y el comedor, y subir arriba del campanario. La capilla, por su parte, tiene un de aire renacentista, con pinturas en las paredes y en las bóvedas restauradas hace pocos años.
Jaime II
Volvemos al collado donde estaba la cruz deshaciendo el camino hecho para ir hasta la ermita y, una vez allí, vamos de cabeza al castillo. Ahora ya es cuestión de dar pasos largos para "escalar" las rocas, pero, repetimos, sin gran dificultad, y en un santiamén ya estamos en la puerta principal de esta colosal obra hecha levantar por el rey Jaime II, entre los años 1294 y 1301 De planta perfectamente cuadrada, con 31 metros por lado, y unos muros de 13 metros de altura con almenas, el castillo tomó de referencia los que se alzaban en Tierra Santa y que se conocieron a través de las cruzadas.
Una vez atravesada la puerta, quizás nos decepcionará ver que el interior es hueco. Simplemente, el castillo no se llegó a terminar. El motivo de la construcción fue el conflicto entre los condes de Empúries y los condes de Barcelona; cuando el condado de Empúries quedó anexado a la Corona, el castillo perdió toda utilidad y las obras se suspendieron. Eso sí: hace algunos años se llevó a cabo una importante rehabilitación y, entre otros, se hizo una escalera de caracol que permite subir a la parte superior del castillo, paseando entre las cuatro torres cilíndricas. Desde aquí arriba la panorámica se puede describir con una sola palabra: espectacular. Las islas Medes, el golfo de Roses, el cabo de Creus, la llanura del Empordà, diferentes pueblos de los alrededores, la desembocadura del Ter, el Canigó ... Ya sólo por eso hubiera valido la pena esta excursión.
El Cau del Duc
Pero todavía nos quedan sorpresas por descubrir del macizo del Montgrí. Para conocerlas, haremos el descenso por un lugar diferente; podríamos decir que bajaremos la montaña por un camino directo. Desde la puerta del castillo, volvemos unos pocos metros atrás por donde habíamos venido. Encontraremos tachadura de color rojo sobre una piedra una indicación que dice "Cau del Duc". La seguimos ya partir de ahí, aunque no deja de haber señales, todo es muy intuitivo, ir bajando entre las rocas que nos lo permiten. Es sin duda el tramo más complicado de toda la excursión, pero sólo tiene que sufrir si tiene mucho vértigo. Llegaremos a un gran agujero de la montaña. Esta cueva es el Cau del Duc, donde se han encontrado algunos de los restos más antiguos de todo el Principado, datadas de hace 300.000 años. Los que la habitaban no lo sabían, pero estaban viviendo los tiempos del paleolítico inferior.
Ahora sí que vamos llegando al final. El descenso es rapidísimo por el camino que hemos tomado. Y más que lo serán los próximos metros, ya que tenemos que transitar por encima de una tartera (conocida como el Pedrigolet) que está llena de pequeñas piedras redondeadas que se van desprendiendo de la misma montaña y que harán que tengamos que ir con un poco de cuidado si no queremos acabar con el culo en el suelo en más de una ocasión. Tomemoslo como un juego, como una actividad divertida, y sólo con prestar atención seguro que en este descenso nos hartaremos de reir. Además, la tartera son un pocos metros, tras los cuales el camino se vuelve muy llano hasta llegar al lugar donde habíamos iniciado esta magnífica aventura.
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