Ruta de los íberos ausetanos
Los íberos (nombre que les dieron los griegos a los habitantes de la Península) llegaron a estas tierras en el período del Neolítico (5000-3000 años a.C.) y a día de hoy su origen sigue sin estar claro. Algunas corrientes consideran que procedían de las regiones mediterráneas del este. Otras opinan que provienen de países situados más al norte, como Irlanda, Gran Bretaña y Francia. De lo que no hay duda alguna es de que fueron los creadores de la gran cultura megalítica sobre la que tantas muestras se conservan aún en España.
En Cataluña existen 17 yacimientos íberos que, a su vez, se dividen en siete pueblos diferentes. En esta ruta vamos a hablar de los ausetanos, que habitaron la Plana de Vic así como las cordilleras circundantes. En estos territorios, existen tres yacimientos: El Casol de Puigcastellet, L'Esquerda y El Cerro de Montgròs.
Dorados como el Sol
Llamados así por la capital de su asentamiento, Aura o Asua (en la actualidad Vic), su nombre ha dado paso a la comarca donde se establecieron, Osona. De hecho, en la actualidad no es extraño escuchar "ausetano" como gentilicio de los habitantes de Vic. Hay evidencias de que el origen del nombre, al menos, es indoeuropeo y podría traducirse como "dorados como el Sol".
Crearon poblados fortificados en lugares estratégicos donde vivió una sociedad vinculada a la ganadería, posiblemente trashumante, que poco a poco fue sirviéndose también de la agricultura. A diferencia de otras etnias íberas, los ausetanos construyeron núcleos protourbanos de grandes dimensiones (para la época) que les permitió establecer una estructura social fuerte.
Derrotados por el general cartaginés Aníbal en el año 218 a.C., serían sometidos por el Imperio Romano en el 195 a.C., aunque nunca dejaron de protagonizar diversas rebeliones contra el yugo de Roma.
Las estelas íberas catalanas
En el siglo XVIII se encontraron en Cataluña seis estelas de piedra de esta época, tanto en yacimientos ausetanos, como indigetes y layetanos, cuyo elemento predominante eran unas lanzas colocadas verticalmente.
Sobre el misterio de estas estelas, que no forman parte de ningún rito de las distintas etnias íberas, se cree que su origen es extranjero. El filósofo Aristóteles ya las mencionó en sus escritos afirmando que los íberos tenían la costumbre de clavar lanzas en las tumbas de los guerreros. El número de lanzas correspondía con el número de enemigos que hubiese matado el muerto.
Poco más se sabe de ellas. Aunque tras estudiarlas detalladamente, se llegó a la conclusión de que son el recuerdo del paso de tropas íberas que procedían del Bajo Aragón. De hecho, es en esta región donde se han hallado la mayoría de estelas de este tipo, en su camino hacia las montañas pirenaicas. Y es que fue en la frontera natural de los Pirineos donde se protagonizó la mayoría de las luchas, bajo órdenes de Roma, para evitar la invasión de cimbrios y teutones.
Es decir, las estelas han confirmado lo que muchos creían. Que los pueblos íberos catalanes provienen del Bajo Aragón y que inicialmente eran de origen guerrero.
El Casol de Puigcastellet (Folgueroles)
Coger la carretera comarcal C-25 y, tras rodear Vic, estad atentos a las salida para coger la nacional N-141 que os conduce a la carretera secundaria BV-5215, dirección Vilanova de Sau, y que pasa por Folgueroles.
Para llegar al asentamiento hay que salir de Folgueroles en dirección Vilanova de Sau, por la N-141, donde encontramos un camino marcado que nos conduce a El Casol de Puigcastellet. De allí sale otro camino a la izquierda que nos conduce a través de una pendiente. A algo menos de dos kilómetros llegamos a las ruinas íberas.
Esta magnífica fortificación está situada en las Guilleries, uno de los doce espacios naturales de Barcelona, con una extensión de 8.300 hectáreas. Su situación, al lado del río Ter, es privilegiada, pues desde ahí los ausetanos controlaban el acceso natural entre el llano de Vic y la tierras de alrededor de Girona. Los ausetanos no eran tontos, escogieron los mejores lugares de Barcelona.
Protegida por una gran muralla, tiene una torre central y once muros en su interior que dividían las diversas habitaciones en una arquitectura conocida como "fortificación de barrera".
Aunque aún son muchas las preguntas que los arqueólogos se hacen, se sabe que apenas fue utilizada durante más de 50 años, entre el 250 y 200 a.C., precisamente cuando se dio la conquista romana.
L'Esquerda (Roda de Ter)
Hay varias formas de llegar, bien por carreteras autonómicas, bien por caminos que si bien tienen la desventaja de exigir una conducción lenta, muestran unos paisajes naturales espectaculares.
Basándonos en cuestiones prácticas, os recomendamos volver a la carretera C-25 hasta que, a pocos metros, la carretera C-153, sentido Olot, os conducirá a Roda de Ter.
Este impresionante meandro en medio del río Ter estuvo aquí desde la época del bronce hasta la Edad Media, en una época de descanso de los romanos. Y es que sus acantilados estuvieron ocupados desde la Prehistoria hasta la Edad Media. Gracias a los restos cerámicos y a la decoración, se calcula que se construyó entre los siglos VIII-VII a.C.
Una calle empedrada partía la ciudad por la mitad a la que se abrían distintas habitaciones, muchas se piensa que eran utilizadas como almacenes y talleres. El recinto se encontraba protegido por una muralla de seis enormes metros de anchura que se alzó a finales del siglo V a.C., y a la que acompañaban dos torres macizas en la entrada.
Tras el abandono de la ciudad y su posterior destrucción debido a la falta de mantenimiento, se volvió a construir, alzando la fortificación y construyendo la muralla cuyos restos aún quedan visibles en este yacimiento, aunque esta vez ya de origen medieval. Desgraciadamente, la zona está muy dañada y no se ha podido saber el motivo de dicho abandono.
Aún así, todavía se conservan las principales estructuras de la fortificación, calles y talleres de la época íbera. Acompañados, claro está, de una iglesia, un cementerio y una plaza medievales.
La ruta establecida está perfectamente marcada, acompañada de toda la información necesaria. Además, las instituciones se han encargado de reconstruir parte de la ruinas con el fin de hacerlas más visuales al visitante, junto con restos de cerámica, enseres y otros objetos que han sido rescatados de diversas excavaciones.
El Turó de Montgròs (El Brull)
Para ir a El Brull hay que deshacer el camino, volviendo a la C-25 y bordeando Vic. Coger la carretera autonómica C-17 hacia Seva, y allí cambiar a la BV-5303 hasta que veáis el cartel que os indique El Brull.
Para llegar al Turó de Montgròs hay que coger la carretera que sale de El Brull en dirección a El Montseny y en seguida aparecen indicaciones que dirigen al poblado. Un estrecho camino que desciende nos dirigirá hacia el yacimiento.
Como no es de extrañar, esta fortificación íbera está en el Parque Natural del Montseny, un lugar impresionante por sus vistas e importancia geoestratégica. La imponente muralla se construyó en el año 300 a.C. con una longitud de 145 metros y cinco de ancho, rodeada por un fantástico foso. Después se reforzaría con varias torres periféricas y una central.
Los especialistas creen que El Turó de Montgròs era un fortín donde poder refugiar la población y sus animales en caso de peligro. Su posterior incendio destruyó parte de la fortificación en plenas Guerras Púnicas, en el año 205 a.C. Volvió a tener vida desde el siglo V d.C. hasta el XIV, al final de la Edad Media.
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