Ruta por Tivissa

Tivissa

Hablar de Tivissa significa hablar de un pueblo muy antiguo, incluso su nombre ya podría venir de la lengua de los iberos, en la que Thiviers issa significaría "ciudad de la colina". Y efectivamente Tivissa se asienta sobre una colina ofreciendo una bonita estampa con el campanario de la iglesia de Sant Jaume sobresaliendo por encima de las casas y rodeado de montañas que son un gran atractivo para hacer caminatas o excursiones en bicicleta. Hoy, sin embargo, no llevamos muy buen calzado ni hemos pensado en coger el vehículo de dos ruedas, así que, como os hemos anunciado en las primeras líneas, la excursión la haremos por el casco antiguo de la villa.

¿Como hemos llegado a Tivissa? El municipio ocupa el sureste de la comarca de la Ribera d'Ebre, haciendo frontera con el Baix Camp, Priorat y Baix Ebre (no debe de haber muchos municipios catalanes que puedan decir que limitan con tres comarcas!). Para llegar en transporte público tenemos varias opciones, pero una de las más recomendables (siempre dependiendo del punto de partida, claro) es ir hasta Cambrils en tren, y desde allí coger un bus de la empresa Plana, que en menos de una hora le dejará en la villa. En vehículo privado, debe buscar la carretera C-44 y desviarse en la T-304, que tiene que seguir hasta llegar a Tivissa. Encontrará una población de cerca de dos mil habitantes que conserva con fuerza su fisonomía medieval, con calles estrechas y sinuosas y tramos de la muralla que los resguardaba. Incluso el Ayuntamiento y un antiguo hospital ocupan las dependencias de un castillo. Ya llegaremos.

De portal en portal

Buena muestra de la huella de la Edad Media en Tivissa son sus portales, que permitían la entrada y la salida del recinto amurallado. Así que vamos a empezar el itinerario en el que fue el más importante, el Portal d'Avall. Data del siglo XIV y lo hizo construir el infante Pedro de Aragón, conde de Prades. Es hoy todavía todo un señor portal, que se encuentra situado frente de una plaza con una cruz de término y con buenas vistas de los alrededores. Cruzamos, pues, esta gran puerta, como tantos tivissans han hecho a lo largo de los siglos, y ahora sí nos adentramos en los callejones de la parte más antigua de la villa. Enfilamos la calle de Avall y encontramos toda una colección de casonas con varios siglos en a sus espaldas, como Ca Eloi o Cal Rei, y, llegados a la calle del Mercado, Ca del Hostal. De esta última, señorial, de cuatro plantas, se tienen informaciones concretas, como el año en que se levantó, el 1587, situándose dentro del estilo del renacimiento catalán y, aunque no se conoce su arquitecto, se puede decir que guarda similitudes con el edificio de la Diputación de Barcelona.

Tomamos este edificio a la derecha, y seguimos los pasos de la calle de la Era, hasta el portal que lleva el mismo nombre. Ya hemos hecho así todo el ancho del antiguo pueblo amurallado. El Portal de la Era es muy diferente de su primo de la otra parte, allí donde hemos comenzado. Este es más larguirucho, mucho más alto, lo que hace que también parezca más estrecho. Pero esta altura del arco es bien moderna: la calle antinguamente era muy empinada y el acceso por esta puerta casi un reto para los más preparados, o sea que a principios de este mismo siglo se decidió rebajar considerablemente la calle haciendola más llana, dando como resultado una altura de arco que parece hecha para que los gigantes entren a la villa sin dificultades. Originalmente, sin embargo, el portal es prácticamente coetáneo al de de Avall, o en todo caso unos pocos años posterior. Debemos levantar los ojos por encima del portal y podremos intuir que encima del arco había una torre, hoy modificada y aprovechada como parte de una vivienda.

El castillo de los sarracenos

Hemos cruzado el Portal de la Era y por tanto hemos salido fuera murallas. Nos encontramos en la calle Ample, que recorre la antigua fortificación. Así que podemos observar como muchas casas adaptaron un tramo de muralla en su construcción, no de manera posterior, sino que ya en su origen, el muro era también la pared de las viviendas que daban al exterior del pueblo. Pedro de Aragón y Juan de Prades -como Pedro, este segundo también conde de Prades- fueron los que ordenaron la construcción de la fortificación, y esta se encargó a los colonos del término a cambio de que se pudieran refugiar en caso de guerra. Hablamos del año 1350, y las murallas contaban con tres portales. Dos ya los conocemos, y el tercero, al que ahora llegaremos, el de la Raval, desgraciadamente nos quedaremos con las ganas de verlo, porque desapareció durante el siglo XIX. Sin embargo, el punto es reconocible, y es en este lugar que giraremos a la derecha y encontraremos la casa más antigua que se mantiene en pie de todo Tivissa, Can Ventura. La documentación localizada fecha su construcción durante el año 1408, y como Ca el Hostal también es un majestuoso caserón de cuatro plantas. No obstante, Can Ventura tiene la particularidad de que cuenta con una puerta con arco de medio punto por donde salían los caballeros ya armados y listos para montar a caballo y emprender su trayecto. Esta puerta de salida de caballeros es la única de este tipo localizada en toda la comarca.

 Así pues, murallas, portales, caballeros con sus caballos... ya se puede imaginar que para completar la estampa medieval aquí nos falta un gran edificio: un castillo. Lo tenemos muy cerca. Lo encontramos a poca distancia de Can Ventura, y actualmente acoge la casa consistorial y, anexado, un hospital. De aspecto de castillo "clásico" -se ve enseguida- le queda más bien poco, y es que sufrido grandes cambios. Es la sede del Ayuntamiento desde hace tiempo, desde inicios del siglo XVIII, pero en el transcurso de la guerra de la Independencia, en concreto el 16 de julio de 1810, fue quemado por los franceses -con gran parte de la documentación del pueblo-, posteriormente se reconstruyó, y en 1987 sufrió otra gran transformación, con el fin de adaptar el interior a las nuevas necesidades de la administración. No hemos mencionado que el castillo lo levantaron los sarracenos, y que fue conquistado por Ramón Berenguer IV, quien lo entregó a los templarios. En cuanto al hospital, se conoce su existencia desde 1829, y desde entonces, igual que el castillo, también ha pasado por varias cambios en distíntas épocas. En 1983 se derribó gran parte del edificio, manteniendo la capilla, y se hicieron los dispensarios municipales y tres pisos, destinados en ese momento al médico y a los maestros.

Una iglesia de tres partes

Tomaremos ahora la calle del Malpàs, a mano izquierda desde el hospital. Cuidado a la hora de bajar sus escalones, que no acabe dando la razón a quien lo bautizó! Además de las escaleras, el del Malpàs es un callejón singular que se caracteriza por sus flores y el zigzag que hace, y nos lleva a la plaza de la Baranova, espaciosa y con buenas panorámicas, y que no es otra que la que sirve para realzar la fachada de la iglesia arciprestal de Santiago y su campanario octogonal. En el exterior del templo el estilo predominante es el renacentista, mientras que el interior es gótico. Hay que mencionar tres partes diferenciadas: la Iglesia Antigua, la Capilla del Rosario, y la Iglesia Nueva, que convierten a este edificio de imprescindible visita si se va a Tivissa, con elementos y estilos que van del siglo XIII al XIX.

 Tomamos ahora la calle del Portell y nos encontramos de nuevo en el exterior de las murallas. El portillo era una pequeña puerta que, como los tres portales, también permitía la entrada y salida del recinto amurallado. Así que siguiendo ahora esta calle de nuevo estamos caminando por los límites del casco antiguo, y de hecho enseguida ya volvemos a encontrarnos delante del Portal de Avall. Aunque no acabamos aquí la visitia, porque quedan un par de cosas interesantes para ver.

Dejando atrás el Portal llegaremos a la Casa de Cultura, que contiene la biblioteca municipal, edificio de 1972 que no es gran cosa pero que luce en una pared lateral un bonito mural que representa las Artes, firmado por Martí Batlle. Debemos dejar la plaza donde está la Casa de Cultura y girar a la izquierda. A escasos metros, pero ya apartados del núcleo de la población, encontramos unos lavaderos del siglo XIX, bien cuidados y con tejado de tejas árabes. Un espacio tranquilo que hoy sigue en uso, y que en este caso puede ser ideal para reposar un rato después del paseo y mientras decidir hacia donde dirigirse a continuación.