Ruta por Sant Pau de Segúries

Quizás algunos de vosotros os habéis acercado a menudo a las tierras del Ripollès, tal vez haya cruzado Sant Pau de Seguries por la carretera C-151 en varias ocasiones, pero nunca  se os ha apetecido parar y dar una vuelta por esta población que tiene más de mil años de historia. Y es que muy cerca de Sant Pau de Seguries hay muchos lugares de aquellos que deberían ser de visita obligada en un momento u otro de nuestra biografía, como el monasterio de Santa María de Ripoll, el de Sant Joan de las Abadeses, el emblemático puente y las calles de Camprodon, o pueblos pintorescos como Setcases, Molló, Beget...

Con este entorno de tan alto valor histórico, paisajístico y patrimonial, Sant Pau de Segúries se nos presenta discreto, como un lugar de paso. Y hemos decidido que, al menos nosotros, hoy haremos parada para saber qué se cuece. La ruta propuesta transcurre a las afueras -ya os hemos dicho que sería de Naturaleza-, pero aprovecha para, antes o después, conocer el núcleo de Sant Pau de Seguries, yendo por ejemplo a la plaza de la Era o la calle Mayor, y su vía romana, que unía este territorio con Besalú, La Vall de Bianya y el Coll de Ares y que se encuentra en muy buen estado de conservación.

Como hemos apuntado, para llegar a Sant Pau de Seguries debe ir a buscar la carretera C-151, la que une Ripoll con el Valle de Camprodon. En transporte público, el municipio está bien conectado a poblaciones importantes -entre ellas Barcelona, Olot, Ripoll o Vic - gracias al servicio de autobuses que ofrece la empresa Teisa.

El fresno

El recorrido que haremos está indicado con hitos amarillos y es apto para toda la familia. Sólo encontramos un punto que podríamos llamar "crítico": cuando tenemos que cruzar el río Ter. Si ha llovido con fuerza recientemente, y ve que el río baja con ganas cuando esté allí, más vale dar media vuelta y dejar para otro día lo que queda de trayecto. O bien volver al punto de inicio y entonces empezarlo en sentido inverso hasta llegar al río, ya que éste que os proponemos es un itinerario circular. ¿Cuál es ese punto de inicio? Se encuentra a pie de carretera, pasado Sant Pau de Seguries en dirección Camprodón, en un tramo donde ésta hace una curva pronunciada y atraviesa el puente de la Rovira. Dejar el coche en este lugar es un mal negocio, hay poco espacio, así que recomendamos estacionarlo en el pueblo e ir a pie. Es un momento.

Debemos bajar por un camino que sale desde el lado del puente, y junto al río ya encontraremos las primeras indicaciones, con La Ral como referencia, a una media hora de distancia. Empezamos de lleno en un camino de bosque y el Ter va sacando la nariz entre la vegetación de vez en cuando. Unos paneles informativos hacen el itinerario de lo más pedagógico. El primer panel nos cuenta la fuerza creadora, modeladora y destructora de las corrientes del río, como este forma playas o qué son los guijarrales o los desfiladeros.

Ahora que ya lo sabemos, podemos jugar a buscarlos. Además, en algunos puntos hay bancos, o sea que podemos descansar y curiosear haciendo esta ruta. Al poco tiempo de andar salimos a una llanura aluvial, es decir, formada por la acumulación de sedimentos arrastrados por el río, con una redondeada colina a la izquierda del paisaje que nos acompañará durante los próximos pasos, y más allá el pico de Costabona, con sus 2.464 metros de altitud. También conoceremos el mas El Peiró, con tres arcos en el balcón de su blanca fachada. Pero no hay que mirar muy lejos para encontrar atractivos: al pie de camino se nos presenta un magnífico fresno de unos veinte metros de altura y cuatro metros de perímetro y que se calcula que tiene un siglo y medio de vida. Como dice el letrero que lo acompaña, nació más o menos cuando lo hizo Antoni Gaudí, y ha sobrevivido a guerras de todo tipo y a los booms de la industrialización y del turismo.

La Ral

El fresno más que centenario es uno de los motivos por los que vale la pena hacer esta excursión, y otro ya lo tenemos cerca. Se trata del pequeño pueblo de La Ral, en medio de la llanura, tranquilo, apenas una calle con cuatro casas a ambos lados y donde puede parecer que no haya ni un alma. Quién lo diría que en su momento tuvo más actividad que Sant Pau de Seguries! Se encuentra en el antiguo camino real que unía Ripoll con Camprodon, y pocos pueblos pueden explicar que su fundador fue Jaime I! Otro hecho histórico trascendente para La Ral fue el terremoto que se produjo en 1428, agrietando las viviendas que se levantaban y la iglesia. El actual templo, Santa María de Gracia, fecha de 1609, y se encuentra en medio del pueblo. La Ral cuida de una llanura que es espacio natural protegido, con alisedas, prados de siega, hayedos y robledales que la hacen lugar de especial interés, y donde vive una fauna variada.

Dejando atrás la fértil llanura de La Ral nos adentramos en un auténtico túnel de avellanos, que nos conducen, tras pasar por las llanuras de Can Falguera, directos hacia el río a la altura del vado de Can Beia. Este es el punto que mencionábamos en las primeras líneas: en principio es un buen lugar para cruzar el Ter, pero siempre con prudencia! Al otro lado nos espera un camino asfaltado, pero sólo será un momento, ya que tomaremos un desvío para conocer un santuario bastante curioso y entonces el camino vuelve a ser de tierra.

El Remei

En un kilómetro desde el desvío estamos en el santuario del Remei, que a menudo también se acompaña del "apellido" de Creixenturri, y que ya se encuentra dentro del término municipal de Camprodon. Sorprende esta gran construcción en este lugar solitario, con dos torres de campanario puntiagudas en ambos lados de la fachada y todo ello con un aire señorial, diríamos que incluso más anglosajón que no mediterráneo. En la puerta aparece la información del año en que fue alzada, en 1859, con obras dirigidas por Antoni Masmitjà.

La veneración religiosa en el lugar, sin embargo, viene de antiguo, de más allá del siglo XIX: ya en el X se asentaba aquí la parroquia románica de San Cristóbal de Creixenturri. Como en La Ral, el terremoto de hace casi 600 años marcó un antes y un después, la parroquia surfió las consecuencias, y con el tiempo se hizo un santuario de nueva planta.

Cada año, el segundo domingo de octubre se lleva a cabo un encuentro; un muy buen momento para ir, no sólo a ver el ambiente sino también porque en otoño estallan los colores en los bosques que rodean el Remei. No obstante, vayais cuando vayais el paisaje no os decepcionará, con las buenas vistas que se pueden contemplar mirando hacia la Serra Cavallera.

Deshacemos el camino que habíamos hecho para llegarnos al santuario y, una vez en el desvío, seguimos nuestro itinerario, lógicamente en sentido contrario de donde veníamos para completar el círculo. Primero encontraremos la fuente de Teresa, con un abrevadero, y acto seguido la casa de turismo rural de Can Peric.

Las piedras que hacen luz

La fresca zona de hayas donde nos encontramos inmersos nos hace compañía en el último tramo de este itinerario. Pero antes de cerrarlo, y ya casi volviendo a la carretera, nos encontraremos con un par de hallazgos muy próximos entre ellos. De hecho, uno se encuentra detrás del otro. En primer plano, un acueducto, que servía para captar el agua del río Ter y hacerla descender hasta una central hidroeléctrica, produciendo electricidad. Pasando por debajo de los arcos observamos unos grandes cortes en la roca de la montaña.

Aquí había una antigua mina a cielo abierto de carburo, un recurso geológico utilizado como fuente de luz. Los curiosos pliegues que observamos en la roca tienen unos 50 millones de años, y, aunque ahora nos parezca mentira, tienen estas formas porque se encontraban en zona costera. Distinguimos restos oscuros y otros claros. Los pliegos oscuros son arcillas y restos vegetales y animales arrastrados por los ríos y acumulados en el fondo del mar en épocas de tormentas; los pliegues claros son carbonatos, formados por acumulación de esqueletos de animales marinos en períodos tranquilos. Cuando se formaron los Pirineos, estas rocas se levantaron y se inclinaron, tal como podemos ver hoy, y la materia orgánica de las arcillas se transformó en un hidrocarburo pobre empleado para hacer carburo.

Acabamos el trayecto allí donde lo habíamos comenzado. Es difícil decir cuánto tiempo se necesita para hacerlo, ya que, como siempre, depende mucho del ritmo que lleve y de los ratos que desee distraerse, pero calculad reservaros un par de horas, en las que os garantizamos que disfrutaréis de bonitos paisajes quizás desconocidos para muchos en el este del Ripollès.