Ruta de la Garoinada; un gusto para el paladar

Los orígenes de la Garoinada

Aunque este marisco parezca poco adecuado para el consumo, sobretodo por el aspecto físico que percibimos ya que se encuentra recubierto de espinas bastante gruesas, las garoines también llamadas garotes se han utilizado para comer desde hace mucho tiempo atrás. Era típico verlas comer a los pescadores, que pasaban tantas horas en el mar, y a la gente que residía próxima a la costa. Se acostumbraba a tomar de postres después de comer o para merendar.

Antiguamente, los grupos de amigos, familias o pescadores tenían por costumbre acercarse a las rocas del mar para pescar algunas garoines y después comérselas acompañadas con pan, butifarra negra y vino. Era todo un ritual y hacían de esta comida un encuentro social.

Las garoines se comen partidas por la mitad. Se tienen que abrir con cuidado para no hacerse daño con las espinas. Una vez abiertas, con una cuchara se coge la parte roja (glándulas) y se pone encima de una rebanada de pan.

En los últimos años esta comida ya consumida y valorada, antiguamente, por la gente de mar del Baix Empordà y de clase baja se ha convertido en un plato apreciado y de los más excelentes en los restaurantes de la zona.

Debido a la extensión de la presencia en la cocina catalana, este fruto de mar se ha puesto en gran peligro de extinción. Por eso, actualmente, se ha regulado la pesca por vía de la administración.

La influencia de las Garoines

En esta ocasión no podíamos dejar pasar por alto citar al escritor catalán Josep Pla, hijo de Palafrugell y que tanto nos ha narrado del paisaje y de la gastronomía de nuestra tierra.

El mismo en su libro de “Les hores”, que es similar a un calendario, describía las garoines de la siguiente manera: “los erizos de mar, estos animales en forma de bola, negros con un punto rojizo, erizado de puntas, arrapados a las rocas ahora secas y tocados por el sol. En la costa norte les llaman garotes, y nosotros garoines, quizás por dar a la palabra un punto de suavidad relacionada con el comer. Lo que tienen dentro es bastante apreciable, sobretodo para las personas a las que les gustan las cosas que tengan gusto a mar”.

También, se dice que Salvador Dalí, hijo de la Costa Brava, era un apasionado de las garoines y que se las comía en grandes cantidades. Y normalmente, acompañadas de cava rosado. Debía de ser tal la obsesión por este molusco que le sirvieron de fuente de inspiración ya que incluso aparecen en algunas de sus obras.

La cocina tradicional de Palafrugell

Las Garoines crecen, casi, por todo el mediterráneo. Pero en Cataluña lo hacen, mayoritariamente, en la Costa Brava, exactamente, entre la costa de Tamariu y Calella de Palafrugell. Las garoines crecen en las rocas de la costa pero también podemos encontrarlas en el fondo marino.

En base a este producto gastronómico ha aparecido en Palafrugell la ruta de la Garoinada. Esta ruta gastronómica nació en el año 1992 y pretende dar a conocer este fruto marino que se encuentra en este territorio y que se convierte en un placer para el paladar, el cual era, años atrás, una comida habitual para los habitantes de este pueblo.

No obstante, esta ruta también permite conocer la cocina tradicional Palafrugellenca y del Baix Empordà ya que la ruta cuenta con un menú personalizado, el cual está formado por el entrante, en el que se comen las garoines; el segundo plato, que cada año varía y está formado por un plato típico empordanés (arroz negro, suquet de pescado…) y unos postres tradicionales de Palafrugell (butifarra dulce, las gresoletes de Palafrugell…).

Además, existen paquetes que integran este menú, una noche de hotel, una excursión y una entrada gratuita en algunos de los museos de la zona (museo del suro (corcho), Fundación Josep Pla…).

Visita a Calella de Palafrugell y Llafranc

Como ya hemos comentado anteriormente es en toda la costa de Palafrugell que se pueden encontrar las garoines pero probar un menú de la ruta tan solo lo podemos hacer en diferentes restaurantes del núcleo de Palafrugell, Calella y Llafranc.

Esto es un valor añadido ya que además de acontentar nuestro paladar nos encontramos en un entorno de postal donde se puede abrir el apetito paseando por el jardín botánico de Cap Roig, por el camino de Ronda, por el dolmen de Can Mina de Torrents o bien, por el puerto deportivo, entre otras cosas que nos esconden estos bonitos rincones que han conservado el aspecto tradicional de la Costa Brava.