De San Ramón a Cervera, cruzando el sur de la Segarra
A medio camino entre la Cataluña Central y las tierras de Lleida encontramos la meseta de la Segarra, una zona con un paisaje propio marcado por una orografía suave, con un dominio absoluto de los campos de cultivo, y por los pequeños pueblos de piedra, nacidos alrededor de antiguos castillos.
En esta ruta descubriremos el paisaje y algunos de los lugares más significativos del sur de la comarca, el santuario de San Ramón, un lugar de devoción religiosa que se levanta dominante en medio de La Segarra, Montfalcó Murallat, un curioso ejemplo del gran número de fortificaciones que se extiende por toda este territorio y acabaremos en la capital, Cervera, encumbrada sobre una colina y llena de monumentos que cuentan la historia de la ciudad y del país.
Santuario de San Ramón Nonato
Para empezar nos dirigimos al Santuario de San Ramón, para llegar tendremos que hacerlo a través del eje Transversal (C-25) y tomar la salida 93 en San Ramón. La forma cuadrangular y compacta del edificio ha hecho que se le llame popularmente "El Escorial de la Segarra", un gran edificio religioso que incluye la iglesia, el antiguo convento y el claustro. La historia del santuario comienza el año 1240 en el lugar donde se dice que fue enterrado San Ramón Nonato, un santo con un apodo que hace referencia a "no nacido" ya que, según la leyenda, fue extraído del vientre de su madre después de morir ella.
El principal elemento del santuario es la iglesia, un amplio templo barroco donde destacan los elementos escultóricos de la fachada, el mausoleo de San Ramón Nonato o la cúpula que preside el crucero.
En las dependencias anexas a la iglesia se puede encontrar una amplia colección de exvotos, regalos de agradecimiento a personas que se habían encomendado a este santo, un hecho que demuestra la gran devoción que ha generado a lo largo del tiempo. Estos exvotos son un reflejo de la vida rural de Cataluña ya que en muchos de ellos hay dibujados accidentes sufridos por agricultores en su trabajo en el campo. Por último, hay que visitar el claustro, un espacio de estilo neoclásico edificado durante el siglo XIX.
Montfalcó Murallat
Después de esta visita nos dirigimos hacia uno de los lugares más curiosos de La Segarra, el pueblo de Montfalcó Murallat, en el término municipal de Les Oluges. Para llegar tendremos que volver a la C-25 e ir en dirección Cervera y, al poco, tomar la salida 88 de Les Oluges, una vez estemos en la carretera que lleva a Les Oluges encontraremos el desvío hacia Montfalcó Murallat. Este núcleo es una pequeña ciudad amurallada, a pesar de ser comunes este tipo de villas, en el caso de Montfalcó la diferencia es que, a pesar de ser muy pequeño y situado en lo alto de una colina, el pueblo, no creció más allá de las murallas y ha quedado, hasta hoy, escondido dentro unas murallas de gran altura. Los primeros documentos donde se da constancia de la existencia de Montfalcó Murallat datan del año 1043, su estructura fortificada responde a que, durante la Edad Media el pueblo se encontraba cerca de la frontera entre tierras cristianas y musulmanas, una zona inestable donde eran habituales los ataques e intentos de invasión.
Desde fuera del pueblo prácticamente vemos unas murallas con pocas aberturas y un campanario que sobresale pero, si entramos dentro, encontramos una pequeña villa medieval. Una única puerta nos permite llegar al interior de las murallas. Dentro encontramos una calle circular que recorre todas las viviendas que se construyeron adosados a la muralla, algunas partes están cubiertas por casas que quisieron ganar espacio cubriendo el vial, también se puede ver un porche con la antigua panadería comunitaria del pueblo. Esta calle de ronda comienza y termina en una plaza central, en el subsuelo de la plaza hay una gran cisterna de agua que permitía al pueblo ser más autosuficiente; para llenarla los bajantes de los tejados estaban diseñados de manera que el agua de la lluvia fuera a parar hacia este gran depósito. En uno de los extremos del núcleo, al final de una calle sin salida, se levanta la iglesia de San Pedro, un templo que, en su ábside, aprovecha una antigua torre de defensa, su campanario antiguamente también había tenido la función de torre de defensa.
La apariencia hermética de este pequeño pueblo medieval ha sido fuente de leyendas como la que explica la larga resistencia de Montfalcó Murallat durante un asedio, esta resistencia habría sido posible gracias a un supuesto túnel subterráneo que iba hasta el núcleo vecino de Les Oluges, desde este paso se habrían suministrado los víveres necesarios para continuar resistiendo. Las historias del pasado se mezclan entre los muros de piedra, los soportales y las calles estrechas, elementos que hacen de Montfalcó Murallat un lugar donde parece que el tiempo se haya detenido para siempre en la Edad Media.
Cervera
Si dejamos el núcleo de Montfalcó Murallat y retomamos la C-25 llegaremos hasta Cervera, capital de La Segarra. Cervera es una ciudad llena de historia, la encontramos al lado del valle del río Ondara, situada en una colina, un hecho que ha determinado la forma de sus calles y plazas.
La iglesia de Santa María
El barrio antiguo de la ciudad tiene una gran concentración de patrimonio histórico, destaca la iglesia de Santa María, construida entre los siglos XIV y XV, uno de los edificios religiosos más importantes de la arquitectura gótica catalana. El templo tiene sus orígenes en un antiguo templo románico del que aún se conserva un portal, el de Sant Martí, integrado en la construcción gótica. En su interior, formado por tres naves, se conservan parcialmente algunos vitrales de época medieval. De todos los elementos interiores lo más destacado es la imagen de la Virgen del Coll de las Sabinas, patrona de la ciudad, se trata de una bonita imagen románica datada del siglo XIII. Dentro de la iglesia también podemos observar muestras de arte barroco que se pueden encontrar en las capillas del Santísimo Misterio y de San Andrés. El elemento más emblemático de la iglesia es el campanario, icono de Cervera. La torre de campanas sigue, como el resto del conjunto, las líneas típicas del estilo gótico y se inspiró en el campanario de la Seu Vella de Lleida. Cervera conserva aún el oficio de campanero de manera que los toques festivos de campanas son hechos manualmente, sin ningún tipo de mecanización. En días señalados es posible escuchar los toques tradicionales hechos con el sonido antiguo de campanas que, a pesar de que fueron fundidas en los siglos XV y XIX, todavía están en activo.
La Paeria
Pegado en el campanario de la iglesia encontramos la Paeria de Cervera, el nombre tradicional con que se denomina el Ayuntamiento de la villa. El edificio, terminado en 1688 y ampliado durante el siglo XVIII, preside la plaza Mayor y es uno de los edificios más originales del barroco civil catalán. El elemento más destacado de las fachadas son las ménsulas que soportan los balcones, esculpidas con personajes que representan distintas temáticas, las ménsulas del balcón de la derecha representan personajes del mercado, las del balcón central representan los cinco sentidos y las de la izquierda recrean personajes relacionados con el mundo judicial. En el interior se pueden encontrar elementos interesantes como el pozo de hielo, donde se conservaba la nieve recogida durante el invierno para poder disponer de ella en verano. La Paeria es el edificio más importante de la plaza Mayor, escenario habitual de las principales fiestas de Cervera. La plaza está toda porticada ya que, en sus orígenes, era un lugar destinado a descargar y vender el trigo que se cultivaba en los alrededores, los porches hacían de almacén de todo este grano.
La calle Mayor y el callejón de las Brujas
De la plaza Mayor sale la calle Mayor, arteria vital de Cervera, un vial que muestra la evolución de la ciudad y los momentos de mayor esplendor, a lo largo de su recorrido podemos encontrar edificios de significado histórico y antiguas casas señoriales, durante siglos ha sido la calle más importante del municipio. Uno de los edificios marcados por la historia es el complejo de la Compañía de Jesús, situado en el número 64, en 1351 se reunieron las Cortes Catalanas y acordaron allí la creación de la Generalidad, también es el lugar donde se firmaron los capítulos matrimoniales de los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, en el siglo XIX, durante su etapa como colegio, acogió como estudiante a Jaume Balmes, filósofo y escritor. En la misma calle, en el número 61, podemos encontrar casas señoriales como Cal Razquin, residencia de los señores De Pedrolo, familiares del escritor Manuel de Pedrolo, en el número 89 la casa Massot Dalmasses, en el número 92 la casa Joan o en el número 115 la casa museo Duran y Sanpere, visitable en su interior. Estas casas, construidas en épocas diversas, reflejan distintos momentos de la ciudad y la riqueza de algunas de sus familias. En la misma calle también podemos encontrar otros elementos de interés como la antigua casa Delmera de la Generalidad, en el número 79, o la portada modernista de la antigua barbería de cal Greoles, en el número 105.
Paralelo a la calle Mayor está el callejón de las Brujas. Podemos llegar a él desde el desvío que encontramos en el número 60 de la misma calle. Leyendas locales identifican este lugar como el lugar donde se reunían las brujas las noche de luna llena. La calle está, en gran parte, cubierta. Los porches que la cubren y su poca anchura dan a este lugar un aspecto sombrío y misterioso, adecuado para imaginarse historias de brujería. Para potenciar este ambiente hace unos años se colocaron a lo largo de su recorrido varias figuras esotéricas, unos elementos relacionados con la fiesta del Aquelarre, esta popular celebración de temática esotérica se celebra cada agosto en Cervera y nació, precisamente, en esta calle.
Si volvemos a la calle Mayor y llegamos hasta su final, llegaremos a la plaza de Santa Ana, desde allí podremos acceder a la calle de Barbacana que pasa sobre las murallas de Cervera, construidas los siglos XIV y XV, recorriendo la parte más baja del casco antiguo.
La Universidad
Para terminar la visita a Cervera, nos dirigiremos hacia el edificio de la Universidad, importante por su significado histórico, artístico y, también, por sus amplias dimensiones. La Universidad de Cervera tiene sus orígenes en el siglo XVIII cuando la ciudad mostró su fidelidad a Felipe V, primer rey de la dinastía borbónica en España y vencedor de la Guerra de Sucesión a la corona española. En una Cataluña que se había puesto mayoritariamente a favor de Carlos de Austria, el otro candidato a ser rey, Felipe V quiso recompensar el posicionamiento a su favor que había hecho Cervera, convirtiéndola en la sede de la universidad central de Cataluña y suprimiendo el resto de universidades catalanas. La Universidad de Cervera comienza a funcionar en 1717 pero, años más tarde, va perdiendo, poco a poco, su centralidad hasta que en 1842 es trasladada definitivamente a Barcelona.
La Universidad de Cervera llegó a acoger hasta dos mil estudiantes y cambió el día a día de la población. Del imponente edificio barroco que lo acogía destaca la decoración de su portal principal con la figura de la Inmaculada, patrona de la Universidad, y la corona en la parte superior, elemento que remarca el origen real de la institución. El edificio tiene una planta baja y un primer piso, el interior del recinto está estructurado alrededor de un patio de entrada y dos claustros. La parte más importante es el paraninfo, antiguamente utilizado para actos académicos y religiosos, preside el espacio el retablo dedicado a la Inmaculada, construido con mármol y alabastros.
Si damos una vuelta a todo el edificio nos podremos hacer una idea de las dimensiones que ocupa esta construcción de más de una hectárea de superficie. En la parte posterior se encuentra el Paseo Balmes, al final de este paseo encontraremos un mirador desde donde se observa el núcleo antiguo de Cervera y también una amplia visión del paisaje rural de La Segarra, con su geografía suavemente ondulada, dominada por los campos de cereales, verdes en primavera y dorados en verano.
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