Ruta de Sanaüja
En las próximas líneas os llevaremos a visitar una ciudad que seguro queda lejos de ser de las primeras en número de turistas, pero que, os lo aseguramos, guarda un gran número de atractivos y nos atrevemos a decir que os cautivará. Nos referimos a Sanaüja, al norte de la comarca de La Segarra, un municipio del Valle del río Llobregós que tiene medio millar de habitantes. A ver si conseguimos que después de hacer esta visita virtual la hagais también físicamente.
Su nombre, Sanaüja, procede del euskera, de las palabras Zani-Goiás, que significa "guardián de arriba". Posiblemente tiene que ver con el castillo un poco elevado que preside la villa, y que hace 10 siglos los sanaugins y sanaugines ya tenían como vecino. Lo visitaremos, claro que sí, pero todo a su tiempo. De hecho, el castillo lo dejamos para el final de todo.
Primero os deberíamos explicar cómo llegar a este municipio de la Segarra. En transporte público lo tendrá un poco complicado: la compañía Alsa hace sólo un trayecto diario, tanto de ida como de vuelta, que une la ciudad con Lleida y que tiene parada en poblaciones como Balaguer, Artesa de Segre o Ponts.
Con vehículo privado, deberá ir a buscar la carretera C-1412, y luego la C-1412a. Os proponemos estacionar el vehículo en la explanada que podemos encontrar en las afueras -prácticamente a tocar- de la ciudad, justo enfrente del convento agustiniano y el santuario de la Virgen del Pla, y así, una vez hemos llegado, iniciar nuestros pasos que nos llevarán a descubrir unas calles de estructura medieval, antiguos puentes, bonitas plazas y portales de piedra.
Un convento con historia
¡Empecemos! Tenemos delante los dos primeros elementos arquitectónicos y patrimoniales que cabe mencionar de Sanaüja. Situados al otro lado de la carretera donde se encuentra el centro de la población, el convento y el santuario de la Virgen del Pla están situados pared con pared, el uno como extensión del otro, pero con estados de conservación muy distintos. Cerca de la puerta un panel informativo nos cuenta la historia de este lugar. Dice que en el mismo lugar se contruyó una ermita, donde se veneraba la Virgen del Pla, que fue cedida en 1665 a la orden de los Agustinos, que el año 1735 levantaron el convento, y cuatro décadas más tarde la iglesia. Así pues, se estableció una pequeña comunidad, formada por un prior, dos sacerdotes y un coadjutor. Entre las actividades que llevaban a cabo, una era la de la formación, con una escuela donde enseñaban latín. A principios del siglo XIX, la comunidad tuvo que irse a causa de las persecuciones y el Estado se hizo cargo del edificio, que vendió en 1844 a Antoni Purroy. Parece ser que esta venta desagradó profundamente los vecinos de Sanaüja, los cuales, con el rector a la cabeza, se armaron e intentaron hacerse con el convento. Finalmente, algunos sanaugins reunieron sus ahorros y lograron comprar el edificio.
De toda esta historia, el santuario ha salido bastante bien parado, y muestra orgulloso su fachada típicamente barroca y se venera hoy la imagen de Santa Rita. Son curiosas las dos puertas "falsas" de entrada al lado de la puerta principal, mientras que una sola campana luce en su campanario, y con un ojo vacío en el que debería haber una segunda campana.
Adentrándonos en la ciudad
Ahora sí que ya es la hora de conocer las interioridades de Sanaüja. Y es tan sencillo como cruzar la carretera y tomar la calle que encontramos. Enseguida, a la derecha, nos queda el cementerio, que, si desea entrar, podrá ver la colección de sesenta estelas funerarias discoidales que datan de entre los siglos XII y el XVIII.
De nuevo en la calle veremos varias explotaciones agrícolas y probablemente tractores que van y vienen, que nos dan buena muestra de la forma de ganarse la vida de mucha de la gente de estas tierras. Seguimos hasta que encontramos un bello puente medieval y que durante muchos siglos fue el principal acceso a la población. Es de los siglos XIV-XV y compuesto por dos arcos de medio punto, ménsulas y tajamar. La construcción nos sirve para salvar la riera de Sanaüja y subimos a continuación la calle del Matadero donde, evidentemente, encontramos el edificio del matadero, de 1924 según los números romanos de su fachada, y también un lavadero público.
Terminada esta vía salimos a la plaza de San Roque, observamos la bajada que lleva el nombre del mismo santo con su portal, cruzamos la plaza y vamos a buscar la calle de Bassal, que nos lleva a la Plaza Placeta. Se trata de un espacio moderno, con juegos para los niños, donde se encuentra el edificio del Ayuntamiento, y que sabemos que fue inaugurada en 1995 por la placa que lo recuerda.
El campanario solitario y La Portelleta
Cruzando la Plaza Placeta seguimos por la calle de Bassal y giramos a mano derecha por la calle de Escots, hasta salir al centro de Sanaüja, su plaza Mayor. Irregular, porticada con arcos de acabados distintos y llena de rincones, la plaza está presidida por la iglesia parroquial de Santa María, gótica del siglo XVI. El templo, sin embargo, no tiene campanario y el motivo lo volvemos a encontrar en el castillo, omnipresente en la vida del pueblo a lo largo de los siglos: las campanas de este -que, por cierto, se observa muy bien desde la plaza - ya hacían la función de campanario.
Sin embargo, en 1929 sí se levantó una torre de campanario en el núcleo de la población, pero no pegada a la iglesia sino a unos metros de ésta. La torre, en la misma plaza Mayor, es de lo más curioso, entre dos casas, y con un coronamiento de hierro que sostiene las campanas, muy sencillo pero que le concibe un toque moderno todavía hoy.
La plaza Mayor es el centro de todo; desde aquí parten los distintos lares que hacen de Sanaüja esta villa de urbanismo medieval. Los portales incrementan la sensación y más que lo hace el que a continuación vamos a ver, el de La Portelleta, encantador, con varios arcos.
Para encontrarlo, tenemos que salir de la plaza e ir en dirección a la calle de Moré, girando enseguida a mano derecha. Seguidamente pasamos por la calle del agua y, llegados a la calle de Valls, lo tomamos a la izquierda para subir el camino del castillo.
Los cinco ojos
Os lo hemos prometido: el castillo sería el punto y final de nuestro recorrido, un final que pensamos inmejorable, en un monumento declarado Bien Cultural de Interés Nacional, y con unos vistas espléndidas sobre los tejados de la ciudad que acabamos de recorrer y mucho más allá. Subir al castillo no es nada difícil, tomar un poco de aire para hacer frente a las pendientes más pronunciadas y... enseguida ya estamos arriba! Dicen los entendidos que es uno de los castillos más antiguos de la zona, por lo menos del siglo XI si no de antes, y que, eso sí, ha tenido distintass fases de construcción y remodelaciones desde entonces.
Cierto es que hoy nos hemos de imaginar, más que ver, las estancias de lo que fue en su momento un gran castillo defensivo de la línea del Llobregós, pero llegar a el nos permite movernos por los restos de una construcción donde en 1583 fue ordenado sacerdote San José de Calasanz, disfrutar de las panorámicas y observar también de cerca este bonito campanario de espadaña barroco con cinco ojos de distintos tamaños, cuatro inferiores y un superior, y con varios motivos decorativos, que sigue imponente junto a la puerta principal.
Cuando nos hayamos recreado suficiente con las vistas y con la Historia, podemos bajar por el mismo lugar por donde hemos subido y, volviendo al punto de partida, deambular por otras calles que no hayamos visto todavía de esta ciudad a la que no le hace falta organizar mercados medievales para rememorar el ambiente de aquella época.
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