Ruta por Prades
Una ciudad llana entre montañas a las que da nombre. Llana y rojiza, por el color de los sillares de sus principales edificios y muchas de las casas. Su ubicación la convierte en punto de partida ideal para excursiones. Pero también vale la pena conocer el núcleo de esta población de trazado medieval, con restos de murallas y de castillo. Es Prades, en el Baix Camp.
Situada a 950 metros sobre el nivel del mar, si vais en invierno tal vez incluso se puede pisar nieve, y si vais en verano seguro a la sombra estaréis fresquitos. Lo que seguro que no se ahorrará, ni en verano ni en invierno, son las curvas para llegar, ya sea a través de la T-700, T-701 o T-704. Es el pequeño precio que debe pagar Prades para encontrarse en este lugar que podríamos definir como idílico, rodeado de montañas. La villa es sin duda un lugar singular, con encanto, y no en vano su conjunto histórico está declarado desde 1993 Bien de Interés Cultural. Así que tómese un buen tiempo para conocer sus calles, disfrutar de la tranquilidad de entre murallas y del tono rojizo de muchas de las construcciones, y si es día de mercado aprovechad para mezclarse os entre la gente y pensar, aunque sea por un momento, que en este mismo lugar las paradas se montan, como mínimo, desde el año 1200!
Y es que Prades no deja de encontrarse en un cruce de caminos, y de ahí su nacimiento y crecimiento y la importancia del mercado prácticamente desde el mismo momento en que fue reconquistada a los sarracenos por parte del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, a mediados del siglo XII. Os proponemos un itinerario para que se descubre el más interesante, y el empezaremos en la cruz de término que hay en la parte posterior de la iglesia, justo enfrente de uno de los portales que permitían el acceso al interior del pueblo. La cruz da la bienvenida a los visitantes desde el siglo XIII, y ya en este punto se hace bien presente el color rojo del que hablábamos, sobre todo en las paredes de la iglesia, y que es debido a la tonalidad de la piedra afilada que rodea buena parte de la población -y que, por supuesto, fue la que se usó para levantar los edificios. Si miramos hacia la izquierda veremos también un tramo de muralla que queda en pie. Después veremos más.
Una fuente renacentista
Atravesando el portal nos encontramos ya en uno de los puntos más importantes y emblemáticos de Prades, sino el que más. La plaza Mayor es de una gran belleza, con construcciones de diferentes colores y épocas pero en armonía, y con los porches como común denominador. Ya hemos apuntado que aquí es donde tiene lugar el mercado, los sábados, y además de ser el centro comercial también lo es el político, ya que encontramos también la Casa de la Villa, y el religioso, con la fachada del iglesia de Santa María presidiendo el espacio. A pesar de sufrir desperfectos en el transcurso de la Guerra Civil, el templo es bastante vistoso, no sólo por el color rojizo, sino también porque la fachada tiene elementos renacentistas, no muy habituales en nuestro país, aunque el conjunto debe considerarse de transición entre el románico y el gótico.
Ahora podemos centrarnos en un elemento de esta plaza que es lo que más nos place de conocer, aunque sea por su peculiaridad, y este no es otro que la fuente. Una fuente de época renacentista y con forma de globo terráqueo, con cuatro surtidores, uno para cada punto cardinal. Es todo un símbolo de la ciudad, y dicen que una noche al año, en el mes de julio, en vez de manar en ella agua mana cava!
El castillo de los condes de Prades (o lo que queda de él)
De las distintas calles que dan a la plaza, tomamos la calle Mayor, con algunos bares, restaurantes y tiendas, y enseguida encontraremos la plaza de la Pau, también conocida como nos indica un panel, como plaza del Huevo o de los Ajos. Es de las pocas plazas que hay en el casco antiguo de Prades, aparte de la Mayor, y aquí podemos observar que muchas casas, incluso de construcción no muy vieja, son hechas con la piedra roja. Volviendo a la calle Mayor, un poco más allá, a mano izquierda, sale una calle donde, en medio, hay un portal, el de Ponos, muy diferente a lo que, por ejemplo, hemos encontrado al inicio del itinerario, junto a la cruz de término. En este caso se trata de un pequeño portal gótico y que se construyó para abrir un nuevo paso en la muralla, cuando ésta ya prácticamente había dejado de tener un uso defensivo.
También las viviendas se "aprovecharon" de este "final de etapa" de la muralla, como comprobamos al llegar al final de la calle Mayor: las paredes de algunas casas se apoyan sobre el muro o directamente este forma parte de la construcción. Se pueden ver así algunas casas cuando menos curiosas, con una parte con el color rojo de la piedra marca de Prades, y una parte mucho más reciente y altura con materiales muy diferentes.
Vamos a buscar la calle de la Costa del Castillo, con ligera pendiente y casas muy antiguas y medias tenemos el castillo que fue la sede de los condes de Prades junto con la iglesia castral de San Miguel. Desgraciadamente, de uno y otro no queda gran cosa, e incluso se tiene relativamente poca información de su historia y de cómo debían de ser originariamente. Se piensa que fueron construidos hacia el siglo XII, y que a mediados del XVI ya se encontraban en bastante mal estado. Conflictos como la guerra dels Segadors, y que posteriormente los vecinos hicieran corrales y viviendas, acabaron de sentenciar este patrimonio. La iglesia salió algo menos maltrecha y conserva un ábside con la vuelta en ruinas, un tramo de la nave y una antigua capilla lateral.
El Planet del Pont
Al terminar de transitar por la calle de la Costa del Castillo, podemos girar a mano derecha por el pasaje del Castillo y llegar a la pequeña y recogida plaza de los Infantes, donde está la que antaño fue la Casa de la Villa y que hoy acoge varios servicios, tales como la biblioteca, una residencia de ancianos, un consultorio y un telecentro. A través de la calle Nueva del Puente vamos de derecho al llamado Planet del Pont, una de las salidas (o entradas) de la población por el norte. Se cree que las murallas (construidas entre los siglos XIV y XV) constaban inicialmente de cuatro portales y un lo tenemos ahora delante y lleva el nombre de puente para que salva el barranco de la Fuente de Grau. El portal cruza la casa de Cal Pinyons, una vivienda que es un auténtico museo al aire libre de herramientas antiguas de trabajo en el campo, que cuelgan de sus paredes. A su lado está la casa más vieja que se conserva en Prades, del siglo XIII.
Más allá del portal nos da la sensación (real) que el núcleo antiguo se ha acabado y que los campos y los cultivos se apoderan del territorio. Así que, después de observar los fragmentos de muralla que en esta parte han llegado hasta nuestros días, cruzamos en sentido inverso el Planet del Pont y enfilamos la calle de San Antonio, que termina en la plaza Mayor y por tanto a tocar de donde habíamos empezado a andar.
La patrona de los apicultores
Si os queda un poco de tiempo, os proponemos una visita que vale la pena, dentro del mismo término de Prades ya unos dos kilómetros del casco histórico que acabamos de ver. Nos referimos a la ermita de la Virgen de la Abellera, en la que llegamos tomando la carretera T-704 en dirección a La Febró o Alcover, y, a mano izquierda, un cartel nos avisa del camino para acceder hay. También puede ir andando desde Prades, en este caso a través del Camino Viejo de la Abellera, y este itinerario le servirá para conocer también las ermitas de San Antonio y de San Roque. En cuanto a la Abellera, se trata de una construcción de 1570 literalmente incrustada en el risco aprovechando una cueva natural. Así pues, es interesante la parte hecha por la mano del hombre, la ermita, como la que ha dado la naturaleza, la cueva y las tierras rojizas del lugar. Y sin duda también las panorámicas sobre el valle del río Brugent y la llanura del Alt Camp.
Dentro la ermita, el tamaño de la Virgen -una copia de 1940 a imagen y semejanza de su antecessora- lleva el nombre de la Abellera y es considerada la patrona de los apicultores catalanes. Su corona, que no siempre lleva, es una bellísima pieza con cincuenta abejas de plata con su reina y con el escudo de Prades.
Un buen lugar, pues, donde se puede terminar esta ruta y así conocer, aunque sea un poco, no sólo la Prades medieval sino también las montañas que la rodean, las Montañas de Prades. Sin embargo, si aún os queda un poco de tiempo, podemos hacer un par de escapadas más.
El Monasterio de Poblet y la Espluga de Francolí
Si aún os quedan energías y tiempo, os proponemos visitar el Monasterio de Poblet, de la Ruta del Cister, que se encuentra a escasos 30 minutos de Prades. Este fue levantado al pie de las montañas de Prades a principios del siglo XII y hasta el día de hoy se mantiene vivo a pesar del paso del tiempo. Gracias a su majestuosidad, gracias a la persistencia de sus monjes de la orden cisterciense que lo habitan desde su fundación y debido al papel que desarrolló como sede religiosa de la corona catalanoaragonesa ha sido muy reconocido en numerosas ocasiones.
Otra excursión que podemos hacer, también a escasos 30 minutos, es visitar la Espluga de Francolí, para descubrir sus encantos, como la Bodega Modernista (La Catedral del Vino), el Museo de la Vida Rural o, para los más aventureros, Las Cuevas de la Espluga.
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