Una ruta de luz y color por Alicante
La ciudad que da nombre a esta capital de la Comunidad Valenciana recibe su nombre de la denominación árabe “Al-Laqant”, que se traduce literalmente como “la ciudad de la luz”. Alicante, centro neurálgico de la actividad de la provincia, es puerta de entrada a las playas de la Costa Blanca. Una población de gran gusto por la gastronomía y con una oferta de ocio y naturaleza con suficientes atractivos como para gozar con tu visita.
Llegar a Alicante es muy sencillo. Puedes tomar un tren desde Madrid, en el que te plantarás en Alicante en apenas dos horas y media, o hacerlo en coche, con calma y deteniéndote en sus hermosos pueblos colindantes. Aunque, sin duda, el mejor y más efectivo método de transporte es el aéreo. Compañías como Transavia ofrecen billetes a Alicante y a otras muchas partes del mundo desde la capital, por ejemplo, vuelos a Ámsterdam desde Alicante. Se trata de elegir la mejor combinación posible.
El Ayuntamiento
Los “free tour” y otras rutas turísticas en Alicante suelen tener como punto de encuentro el Ayuntamiento de la ciudad. Un edificio barroco, de lo más bellos del centro, que data del siglo XVII. Cuenta con una fachada simétrica en la que destacan sus dos inmensas torres, una de ellas con reloj. En su interior, tres plantas entre las que se encuentran el Salón de Alcaldes, el Salón de Plenos, la Capilla del Oratorio y el Salón Azul, que fuera Cámara Real de Isabel II allá por 1858. El Ayuntamiento conecta La Plaza del Ayuntamiento con la Plaza de Santa Faz. Una parada imprescindible en tu visita a Alicante.
Plaza de Luceros
Pero si hay un espacio abierto emblemático, que dota de personalidad a la ciudad, es la Plaza de los Luceros. Su fuente monumental en el centro, construida en 1930, popularizó su nombre como Plaza de los Caballos. La construyó Daniel Bañuls, que ganó un concurso de ideas y está plagada de curiosos simbolismos. Por este punto de la ciudad pasa cualquier fiesta local que se precie, desde el Desfile de las Hogueras hasta la cabalgata de reyes. Se dice que en la Plaza de Luceros sientes el latido de la ciudad.
Concatedral de San Nicolás
A escasos metros de la Plaza del Ayuntamiento se erige el templo religioso de mayor magnitud de Alicante. Es preciso entrar y ver desde el interior su magnitud y belleza. Construido en el siglo XVII, alberga un claustro del siglo XV. Combina el estilo renacentista con el gótico valenciano, lo que le dota de un atractivo particular. Su impresionante cúpula, capilla barroca y bóvedas anexas te cautivarán.
Mercado Central
Otro “must” de Alicante es su Mercado Central, un edificio modernista construido en 1911 sobre la muralla del Siglo XVIII que circundaba la ciudad. Es un hermoso lugar donde captar la vida social de la ciudad. Su fachada posterior da hacia la plaza del 25 de mayo, que homenajea a las 300 víctimas del bombardeo que sufrió alicante durante la guerra civil española. Sus puestecitos de frutas, verduras y alimentación, su bullicio mañanero y entrañable agitación te harán pasar un buen rato.
Barrio de Santa Cruz
Casitas bajas y blancas, adornadas de flores, cerámicas, dinteles, macetas y colores pintorescos. Este barrio bohemio y popular de la ciudad te encandilará con su luminosidad y sus callejuelas rebosantes de encanto. Perderse por su laberinto de angostos callejones es toda una experiencia. Su mezcolanza de detalles propios de la cultura árabe con esencia cristiana le dota de un contraste y encanto único.
Además, se trata de un barrio donde el folclore hace acto de presencia, tanto en Semana Santa como en las festividades más propias de Alicante. Puedes visitar la Ermita de Santa Cruz, desde la que ver el castillo de Santa Bárbara o la archiconocida “Casita de las macetas azules”, una de las más fotogénicas del barrio.
En conclusión, Alicante es una ciudad que encarna lo mejor de la cultura mediterránea: buena gastronomía, patrimonio arquitectónico que quita el hipo, espacios con encanto y la calidez de sus gentes. Si no lo has visitado, puede que sea el momento de hacerlo.