Las Auroras Boreales, un espectáculo inusual en Cataluña
Las auroras boreales son un fenómeno realmente extraordinario y muy inusual en Cataluña. Tanto es así que el último testimonio gráfico y documentado que se recuerda fue durante la Guerra Civil. Entonces, una noche del año 1938, La Vanguardia destacaba que, en Barcelona, se divisó el cielo nocturno con un color rojizo muy raro. Las creencias populares de ese momento, fruto del desconocimiento, hicieron pensar que se trataba de un bombardeo de la Guerra Civil española. Ese mismo fenómeno, esa noche del 38 en Madrid, se había pensado que se trataba de un incendio forestal que ardía en los entornos de la ciudad y que, por eso, el cielo tenía ese color rojo de noche.
Actualmente, por suerte, tenemos muchos más conocimientos, herramientas y tecnología para poder ver (y prever) las auroras boreales, sobre todo en las zonas donde es más habitual, es decir, en las latitudes nórdicas o australes (próximas al Polo Norte o al Polo Sur). Ahora bien, es cierto que todavía, en ocasiones, hay elementos y momentos impredecibles que nos guardan alguna sorpresa como fue la noche del 11 de mayo.
¿Cómo se forman las auroras polares?
Aquella noche vino precedida de una enorme deflagración solar. Cuando se desprenden grandes cantidades de masa coronaria, al cabo de unas horas nos llega a la Tierra una gran cantidad de radiación solar. Habitualmente impacta contra el campo magnético de nuestro planeta, que nos protege de esta radiación y tormentas solares. Sin ese escudo, la vida en la Tierra sería prácticamente imposible.
Cuando la tormenta solar entra en contacto con el campo magnético de la Tierra, provoca la reacción de ciertas partículas de la atmósfera, principalmente de oxígeno y nitrógeno a altitudes de entre 80 y 150 kilómetros. Esta reacción, fruto de la colisión, provoca un proceso de ionización que hace que los átomos emitan luz en determinadas frecuencias, sobre todo verdes y rojas.
Las auroras boreales se miden con un índice llamado KP, con el que se indica un grado de intensidad de una forma similar a como lo hacemos con los terremotos según la escala de Richter, ya que la escala KP también va del 0 al 9. La mayoría de noches, el índice se mueve entre los valores KP1, 2 o 3 y sólo algunas noches puntuales de cada temporada se alcanzan niveles 4 o 5 cuando hay una mayor intensidad solar. Ciertamente, es muy poco frecuente que este índice llegue a valores de 8 o 9, que son los que tuvimos ese 11 de mayo.
Cuando hay tormentas moderadas que pasan una o dos veces al año, a lo sumo se pueden llegar a ver las auroras boreales hasta latitudes como Escocia o al sur de Noruega, Suecia y Finlandia. Muy excepcionalmente estas auroras boreales pueden verse más al sur, pero la noche del 11 de mayo realmente fue una de estas ocasiones, ya que se pudieron avistar auroras en lugares tan poco frecuentes como en los Alpes, Países Bajos, pero también en el sur de Europa, aquí en Cataluña, en la Comunidad Valenciana y en las Islas Baleares, o incluso más en el sur, en los observatorios astronómicos de las Islas Canarias que se encuentran a sólo 20 grados de latitud Norte.
Por eso, ésta fue una situación muy extraordinaria que ocurre una vez cada 50 o 100 años. De hecho, según la NASA, esta tormenta solar puede catalogarse como una de las más potentes de los últimos 150 años. Y el testigo gráfico así lo constata, ya que se pudieron fotografiar en lugares tan cerca de los trópicos como las Islas Canarias o Namibia, que están a tan sólo 20 grados de latitud respecto al ecuador.
En ese contexto, la experiencia del fotógrafo Sergi Boixader nos ofrece una perspectiva única sobre este fenómeno natural. Con su cámara a mano, documentó esa noche extraordinaria, proporcionándonos imágenes impactantes y testimoniando una de las auroras boreales más notables jamás vistas en Catalunya.
Los siguientes párrafos narran su aventura fotográfica, desde el descubrimiento fortuito de la aurora hasta la emocionante documentación del fenómeno en distintos puntos del territorio.
¡La suerte de estar despierto!
La experiencia de esa noche fue totalmente fortuita, casual y no buscada. Durante la mañana del viernes, había visto algunos mensajes de astrónomos y astrofotógrafos que comentaban esta gran eyección de masa coronaria del Sol. Sin embargo, en ningún caso contaba con que se pudiera llegar a ver aquí en Cataluña, por lo que no tenía ninguna intención de ir a fotografiar ningún lugar de noche.
Todo fue una casualidad ya que ese día me fui a dormir tarde después de ver el programa Eufòria de TV3. Cuando ya eran prácticamente las 2 de la noche, por aquellas casualidades de la vida, abro el Twitter y veo a muchos perfiles de gente con fotografías de auroras boreales en sitios incluso más al sur de nuestra casa: en las Montañas de Prades, en la Comunidad Valenciana, en las Islas Baleares. Viendo estas imágenes más al sur, había que probar suerte. La prueba del algodón definitiva fue la webcam astronómica del Montsec que se veía totalmente roja por la luz de las auroras. Hecha la prueba del algodón, cogimos el coche y nos vamos hacia el lugar más icónico de nuestra zona: el Pedraforca.
¿Las auroras realmente se ven así?
Eran las tres y media de la mañana y tenía muy poca esperanza de poder captar nada con la cámara, ya que durante el trayecto subiendo por la C-16 el cielo se veía totalmente oscuro y negro. Esto explica que las fotos de las auroras boreales fueran muy distintas a la experiencia vista a simple vista. La cámara es capaz de captar mucha más luz y color en la oscuridad que nuestros ojos, que casi sólo apreciaban las auroras como si fuera contaminación lumínica y, a lo sumo, como unos pequeños filamentos como si fuera una bandera o una cortina siempre en dirección Norte.
¡La sorpresa en el primer clic de la cámara!
Una vez llegamos a los pies del Pedraforca y plantamos la cámara, tomamos la primera foto. El impacto fue mayúsculo: al ver esa enrojecimiento en la foto resultante. La sorpresa fue aún más bestia cuando pude fotografiar las auroras detrás del Pedraforca porque esta montaña, vista desde Saldes o Maçaners, no tiene ni una orientación Norte (que es hacia dónde mirar para ver las auroras boreales).
Cambio de planes
Al rato de haber fotografiado las auroras desde el mirador del Pedraforca, probamos suerte desde otro punto de que tuviera una orientación 100% mirando hacia el norte. Como el tiempo corría muy rápido y ya eran las 4 de la madrugada (y en mayo la claridad del día ya se intuye a partir de las 5 de la mañana), la única opción era ir a un lugar donde se pudiera llegar en coche y con un horizonte más o menos claro y sin montañas que taparan la perspectiva. Sólo podíamos ir a un lugar, que es el Pla d'Anyella y el Coll de la Creueta.
Este punto, entre el Berguedà, el Ripollès y la Cerdanya, tenía una perspectiva impresionante, ya que se veía todo el horizonte norte limpio, y se podían apreciar los haces de luz que generaba la aurora boreal, como si se tratara de una cortina en el cielo. Sin embargo, a simple vista parecía más bien contaminación lumínica de los pueblos de la Cerdanya o de Andorra.
Una vez hechas las tres o cuatro fotos de rigor, optamos por hacer un timelapse, es decir, una sucesión de fotos de la cámara para poder captar este movimiento con la cámara rápida, ya que en una sola foto fija era difícil de apreciar el desplazamiento de la aurora.
¿Habrá una segunda oportunidad?
Al día siguiente mucha gente despertó viendo las imágenes de las auroras boreales en las redes y lamentándose de no haberlas podido contemplar. Por eso, muchos intentaron probar suerte la noche siguiente. En mi caso, también volví a intentarlo, esta vez desde el valle de la Cerdanya y, más tarde, en el Cap de Creus.
Desgraciadamente, la meteorología ya no nos acompañó y las nubes hicieron bastante la coz. Únicamente apreciamos un mínimo brillo rojizo detrás de las montañas de la Cerdanya, prácticamente imperceptible, y con una nube de tormenta en frente. Posiblemente sea la foto que queramos repetir, quién sabe si en la próxima ocasión, ya sea dentro de 1 año, 10 años, o bien la próxima generación que lo vea dentro de 100 años. ¡Esto sólo el tiempo (y el Sol) lo dirá!