La Flama del Canigó en Cataluña

La Flama del Canigó es un ritual cada vez más arraigado y popular de los Països Catalans. Es una mezcla con la celebración de Sant Joan, para evocar la identidad común y como muestra de hermandad entre todos los territorios de habla catalana. La Flama del Canigó es la culminación y celebración de una fiesta ancestral vinculada al solsticio de verano.

El fuego de la Flama del Canigó nunca se apaga. Durante todo el año permanece en el Castellet de Perpiñán hasta que, cada 22 de junio, es llevado a la cima del Canigó. En el punto de medianoche del 22 al 23 de junio, la Flama del Canigó, se renueva en la cima de esta montaña del Pirineo catalán y cientos de voluntarios y Equipos de fuego la reciben para distribuirla, después, en los Països Catalans, siguiendo varias rutas para encender las hogueras de la noche de San Juan. Así comienza, año tras año, la peregrinación de El fuego de la Flama del Canigó.

El reparto

Los centros de reparto son poblaciones concretas, donde otras poblaciones cercanas se acercan a recoger la Flama del Canigó. Después, la llegada a los diferentes lugares de destino, se realiza mediante los llamados “Equipos de fuego”, de las más diversas formas: en coche, en bicicleta, a pie…, y también guiadas por entidades deportivas, excursionistas, culturales o vecinales. Todo esto lo hacen por una serie de rutas, dichas principales, por donde los Equipos de fuego transportan la Flama desde el Canigó hasta su población. Esparciéndola, a menudo, en nuevos itinerarios.

La llegada de la llama

La Flama que es la esencia de esta celebración, llega a las poblaciones en antorchas o quinqués y se deposita en crisoles antes de que encienda las respectivas hogueras. Cada población organiza el recibimiento de la Flama a su manera, pero compartiendo unos elementos comunes y se lee un mensaje para recordar el motivo de la iniciativa. Llegada la Flama, la hoguera se convierte en el espacio de encuentro del vecindario donde celebrar conjuntamente el solsticio. La Flama del Canigó es recibida además de por los ayuntamientos, por el Parlament de Catalunya, consejos comarcales y entidades culturales y deportivas de todo el territorio.

Prácticas y creencias mágicas

Hay un gran número de prácticas y creencias en torno a esta Diada que son casi de cariz mágico. Estas prácticas toman vigencia la noche y la madrugada de San Juan. En algunos sitios, se hace uso de unas hierbas determinadas; se bailan danzas, se cantan canciones y se recitan versículos. Son prácticas que se realizan alrededor del fuego o sobre sus cenizas; peticiones y deseos; invocaciones y conjuros; el uso de un agua concreta y del rocío. También hay comidas diversas -las tortas y otros dulces-; vinos y licores; ofrendas, ceremonias profanas y religiosas como procesiones y comparsas; oraciones; encuentros; juegos. En resumen: una gran diversidad de actos mágicos en torno a las hogueras.

Las normas

Antes, si queréis participar, es imprescindible contar con la autorización municipal que deberá ser entregada por escrito. De todas las normas encontraréis indicaciones concretas en la web de Omnium Cultural que es quien hace este papel vertebrador desde hace años y donde encontraréis incluso, indicaciones para hacer, como es debido, una buena hoguera. En la web www.flama.cat encontraréis también los formularios para poder subir aunque siempre se da prioridad a los Equipos de fuego,

Un poco de HISTÓRIA...

Este ritual empezó en 1955 por iniciativa de Francesc Pujades, un vecino de Arlés de Tec. Él se inspiró en el poema "Canigó" de Mosén Cinto Verdaguer. Tuvo la idea de encender los fuegos de San Juan en la cima de la montaña y repartir su llama por todas partes. Esta costumbre fue extendiéndose rápidamente y en 1966 el fuego pasó, por primera vez, la frontera y llegó a Vic. Eran épocas difíciles y de clandestinidad pero la tradición se fue esparciendo por todos los territorios de habla catalana llegando hasta la Comunidad Valenciana como símbolo de pervivencia de la cultura del país.

La llama, en las poblaciones, se apaga al acabarse la verbena, pero sigue ardiendo en el Castellet de Perpiñán y presente, siempre, en nuestros corazones.